
Lucha a muerte - las luchas de los gladiadores eran probablemente de origen religioso, sostenidas en sus comienzos en los funerales en honor de alguien. Pero, en tiempos de los emperadores, eran sencillamente un deporte sangriento que gustaba a casi todo el mundo; escasas fueron las voces de protesta. Los gladiadores eran en su mayoría esclavos o condenados, y se adiestraban cuidadosamente en escuelas específicas. Si tenían suerte, sobrevivían y obtenían su libertad. Muchos pensaban que los gladiadores llevaban una vida envidiable. En Pompeya se han encontrado grafitti en una pared, referidos a un tracio llamado Celadus, y que
decían: "el hombre por quien suspiran las muchachas". Algunos hombres, incluso, se ofrecieron voluntariamente a ser gladiadores; y el emperador Cómodo escandalizó a Roma combatiendo en el ruedo en persona. Pero lo cierto es que, para muchos de esos asesinos adiestrados, la vida era brutal y breve. Había varios tipos de gladiadores, cada uno de los cuales manejaba distintas armas. Los aficionados empedernidos tenían sus preferencias: el emperador Tito se inclinaba por los tracios; Claudio detestaba a los reciarios.
En esta pintura de oro sobre vidrio vemos un tipo de gladiador, el ágil retiarius. Igual que un pescador, iba provisto de una pesada red con la que trataba de inmovilizar a su oponente, y de un tridente como el de Neptuno, para clavárselo. Si le quitaban la red, el reciario, como no llevaba coraza, solía quedar a merced de su contrincante.
A las órdenes del emperador Adriano, el ejército construyó una muralla defensiva en Gran Bretaña, para impedir las incursiones de los caledonios de Escocia, aún insumisos. Los legionarios, con sus conocimientos técnicos, la edificaron, y las tropas auxiliares la guardaron. Los auxiliares patrullaban desde los fuertes a lo largo de la muralla, y las legiones acudían en cuanto se producían disturbios graves. El Muro Adriano se extendía a lo largo de 120 km, y quedaban restos de él.
Sangre y arena - El Coliseo de Roma es el mayor de los muchos anfiteatros que había en el Imperio, y una maravilla de la ingeniería romana. Inaugurado por el emperador Tito el año 80, tenía un aforo de unos 50,000 espectadores, y estaba tan bien diseñado que todos ellos podían evacuar el edificio en pocos minutos. El secreto residía en la sabia disposición de las bóvedas de cañón y de los pasillos y escaleras que conducían a los asientos. Las bóvedas de la planta baja tenían 80 puertas marcadas cada una con un número para facilitar que los espectadores encontrasen su localidad. A veces se extendía un enorme toldo encima para procurar sombra; y para los espectáculos nocturnos, se suspendía un enorme candelabro sobre el ruedo. Pero hay que recordar que ese extraordinario edificio fue construido con un horrible propósito: para propiciar que la gente se solazase contemplando la muerte y el derramamiento de sangre. Los gladiadores luchaban entre sí hasta que uno de ellos moría, y otros hombres se enfrentaban con fieras procedentes de todos los rincones del mundo romano. Los llamados juegos eran un espectáculo público sufragado por el emperador o por algún prócer romano para conseguir popularidad.