lunes, 12 de octubre de 2009

LAS JORNADAS DE DON QUIJOTE

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 Por Alfredo D. Bateman



n un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme... frase con que comienza Cervantes su obra inmortal, ha dado lugar a muchas discusiones y estudios sobre cuál fue la cuna de don Quijote.
Para humanizar el personaje de las sin iguales aventuras, es necesario localizarlo en el tiempo y en el espacio.
Nos aventuramos ahora, con ocasión del centenario del autor, a hacer algunas anotaciones para localizar a don Quijote en el tiempo.
A todo lo largo de las hojas del libro tan sólo encontramos tres fechas, que pueden servir de base a nuestro estudio, a saber:
a) En el capítulo XXV de la primera parte, cuando Sancho sale de la Sierra Morena, dejando a su amo en singular penitencia, para llevar una misiva a doña Dulcinea del Toboso, obtuvo de éste le firmare una orden para su sobrina a fin de que entregara a Sancho Panza, mi escudero, tres de los cinco (pollinos) que dejé en casa... Fecha en las entrañas de Sierra Morena a veinte y dos de agosto deste presente año.
b) En el capítulo XXXVI de la segunda parte, cuando Sancho se disponía a partir del castillo de los duques para la gobernación de la ínsula Barataria, le escribió a Teresa Panza, su mujer, la carta deste castillo, a 20 de julio de 1614.
c) Finalmente, en el capítulo LXI de la segunda parte, dice el autor: Por caminos desusados, por atajos y sendas encubiertas partieron Roque, don Quijote y Sancho con otros seis escuderos a Barcelona. Llegaron a su playa la víspera de San Juan, en la noche.
De estas tres fechas la única que no deja lugar a duda o a interpretación alguna es la de la carta de Sancho (20 de julio de 1614). Como en el curso de la obra, según lo veremos adelante, se hace mención a días de la semana, conviene para mejor claridad de este estudio, determinar ante todo que día de la semana fue aquel en que Sancho escribiera su famosa misiva.
El año de 1614 fue posterior a la reforma gregoriana, por lo cual se puede aplicar la regla de Gauss, la que nos da que en ese año la fiesta de Pascua cayó el día 31 de marzo; dato que comprobamos encontrando que la letra dominical de ese año fue F.
Comentemos ahora la primera fecha: los acontecimientos de la primera parte necesariamente fueron anteriores a los relatados por el autor en la segunda parte, y como la fecha del vale de los pollinos fue el 22 de agosto y la fecha de la carta de Sancho fue el 20 de julio, podemos concluir, cuando menos que la primera parte se desarrolló el año anterior, o sea en el año de 1613.
Empero a lo anterior se puede objetar que Cervantes publicó la primera parte en 1604, habiendo sido lanzada al mercado literario en 1605, lo que daría lugar a decir que el desarrollo de estos acontecimientos sucedió nueve años después, de escrita, es decir que Cervantes escribió en el futuro.
Pero a ello cabe observar lo siguiente: Cervantes escribió la segunda parte en 1615 y fijó una fecha en el año inmediatamente anterior; ¿qué de raro tiene pues que si Cervantes escribió la primera parte en 1603, hiciera desarrollar los acontecimientos en el año anterior o sea en 1602? Ello se aclara aún más teniendo en cuenta que el almanaque de 1602 sirvió también para 1613.
No obstante, Cervantes, en el capítulo primero de la segunda parte dice que el cura y el barbero se estuvieron casi un mes sin verle; dando a entender que el lapso transcurrido entre la terminación de los acontecimientos relatados en la primera parte y la iniciación de los relatados en la segunda, fue escasamente de un mes, anacronismo en que cayó el autor, pues la primera parte se desarrolló, como adelante lo veremos, en un poco más de un mes y los de la segunda en poco más de tres meses, y entre las dos fechas comentadas (22 de agosto y 20 de julio) transcurrieron cuando menos once meses menos dos días.
Dada la explicación anterior se justifica el por qué fijamos para los sucesos de la primera parte el año de 1613, ya que no es de suponer que la locura de don Quijote le permitiera estar tranquilo en su casa, en lugar de ir a buscar aventuras durante casi doce años.
En cuanto a la tercera fecha, o sea la víspera de San Juan, queremos creer que Cervantes se refirió no a la fiesta ordinaria y conocida del Nacimiento de San Juan, sino a la de su Degollación, que la Iglesia celebra el día 29 de agosto.
Basados en el dato anterior, sobre la letra dominical del año de 1614, concluimos que el 20 de julio, día en que Sancho escribió su carta, fue un sábado y que la víspera del San Juan fue un miércoles.
Hechas estas observaciones preliminares podemos determinar que las clásicas aventuras de don Quijote se desarrollaron en las fechas que damos a continuación:
Año de 1613 (Primera parte)
Viernes 27 de julio. «. y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día (que era uno de los calurosos del mes de julio) se armó con todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza y por la puerta falsa de un corral salió al campo con grandísimo contento y alborozo» (cap. II). Ese mismo día llegó a la venta, donde tras múltiples azares, y luego de haber velado las armas, fue armado caballero por el ventero, que él, en su loca imaginación, creyó era el castellano de lo que para él era un castillo. Debemos anotar que el autor, en el mismo capítulo II, al relatar la llegada de don Quijote a la venta, y cuando fue de damas tan bien servido, anota que A dicha acertó a ser viernes aquel día.
Sábado 28 de julio. «La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta» (cap. IV) para proseguir sus aventuras, las que inició libertando a un muchacho de los azotes que le infligía un labrador, para más tarde tener su desafortunada aventura con los mercaderes, que dieron con su humanidad en tierra, siendo recogido por un labrador que bondadoso lo condujo a su aldea (cap. V).
Domingo 29 de julio. El cura y el barbero se trasladaron a la casa de don Quijote «el cual aun todavía dormía», para hacer, en asocio de la sobrina y del ama, «el más donoso y escrupuloso escrutinio en la librería de nuestro ingenioso hidalgo» (cap. VI), quemando aquellas obras que en su timorato criterio creyeron eran la causa de sus locuras. En esto estaban cuando, don Quijote al despertarse, empezó a gritar grandes desatinos por lo cual cuando los que requisaban su biblioteca llegaron ya «él estaba levantando de la cama y proseguía en sus voces y en sus desatinos, dando cuchilladas y reveses a todas partes» (cap. VII). Pero luego «diéronle de comer, y quedóse dormido» lo que aprovecharon para tapiarle la puerta de su biblioteca.
De allí a dos días, lo que podemos interpretar como que estuvo en cama todo el lunes 30 de julio, se levantó don Quijote y lo primero que hizo fue ir a ver sus libros, cuya desaparición explicáronle con la intervención de su enemigo Frestón o Fritón.
Es, pues, el caso, que él estuvo quince días en casa muy sosegado (cap. VII) al cabo de los cuales resolvió volver a sus andanzas, acompañado esta vez de su novel y buen escudero Sancho Panza. Este lapso nos lleva al jueves 16 de agosto cuando sin despedirse Panza de sus hijos y mujer, ni don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese (cap. VII).
Viernes 17 de agosto. Pasaron por el Campo de Montiel y tuvo don Quijote su célebre, y tal vez más conocida aventura, con los molinos de viento, que él imaginara gigantes (cap. VIII), queriendo su buena o mala suerte que aquella noche la pasaran entre unos árboles (cap. VIII).
Sábado 18 de agosto. «No quiso desayunarse don Quijote, porque, como está dicho, dió en sustentarse de sabrosas memorias. Tornaron a su comenzado camino del Puerto Lápice, y a obra de las tres del día le descubrieron» (cap. VIII). Poco después encontrose con los dos frailes de San Benito, sosteniendo luego una emocionante batalla con el vizcaíno a quien venció con la fortaleza de su brazo (cap. IX) y siguiendo adelante su camino deseosos de buscar donde alojar aquella noche, acabaron con mucha brevedad su pobre y seca comida. Subieron luego a caballo, y diéronse prisa por llegar a poblado antes que anocheciese; pero faltoles, el sol, y la esperanza de alcanzar lo que deseaban, junto a unas chozas de unos cabreros, y así, determinaron de pasarla allí (cap. X). Fue recogido de los cabreros con buen ánimo (cap. XI) habiendo pronunciado allí D. Quijote su famoso discurso sobre la edad de oro (cap. XI) para oír luego la pastoril historia de Marcela y Crisóstomo (cap. XII).
Domingo 19 de agosto. Asistió don Quijote al entierro de Crisóstomo (cap. XIII) oyendo las explicaciones de Marcela, para luego tener la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses (cap. XV) para más tarde llegar a la venta, que él volviera a imaginar castillo, donde no pudo dormir por culpa de su aventura con la famosa Maritornes (cap. XVI).
Lunes 20 de agosto. «Ya comenzaba a amanecer» (cap. XVII) cuando don Quijote, luego de proveerse con provisiones que, junto con el alojamiento, pagara Sancho con su manteada, salió para tener su encuentro con ovejas y carneros, que él imaginó ser los escuadrones del grande emperador Alifanfarón, señor de la grande isla Trapobana, de su enemigo el rey de los Garamantas, Pentapolín del arremangado brazo, parque siempre entra en las batallas con el brazo desnudo (cap. XVIII). Ese mismo día, ya a la noche, fue la aventura que le sucedió con un cuerpo muerto (cap. XIX) y que Sancho le bautizara con el nombre de Caballero de la Triste Figura, para oírle luego el cuento de las ovejas, y así en estos coloquios y otros semejantes pasaron la noche amo y mozo (cap. XX).
Martes 21 de agosto. «Acabó en esto de descubrirse el alba y de parecer distintamente las cosas» (cap. XX) cuando don Quijote en busca de aventuras sólo encontró seis mozos de batán: en esto comenzó a llover un poco, y quisiera Sancho que se entraran en el molino de los batanes; mas habíanles cobrado tal aborrecimiento don Quijote por la pasada burla, que en ninguna manera quiso entrar dentro; y así torciendo el camino a la derecha mano (cap. XXI) a poco descubrió don Quijote un hombre a caballo, a quien le arrebató una bacía de barbero, que él creyó ser el yelmo de Mambrino (cap. XXI). Más tarde libertó don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado las llevaban donde no quisieran ir (cap. XXII), recibiendo como pago una pedrea, prosiguiendo luego su viaje y aquella noche llegaron a la Sierra Morena (cap. XXIII), noche de triste recuerdo para Sancho, ya que Ginés de Pasamonte le robó, su asno, lo que lamentó Sancho, ya que perdió al hijo de mis entrañas, nacido en mi mesma casa, brinco de mis hijos, regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio, de mis cargas (cap. XXIII).
Miércoles 22 de agosto. En la Sierra Morena encuentran primero la maleta y luego al propio Cardenio, quien les relata su desventurada historia. Luego don Quijote, queriendo imitar la penitencia de Beltenebros despacha a Sancho a llevar una misiva a Dulcinea, firmándole el célebre vale por los pollinos, Fecha en las entrañas de Sierra Morena a veinte y dos de agosto deste presente año, dato éste que, como comentamos al principio, nos ha servido de base para establecer la cronología de la Primera parte del libro.
Jueves 23 de agosto. Sancho Panza en saliendo al camino real, se puso en busca del Toboso, y otro día llego a la venta donde le había sucedido la desgracia de la manta para encontrar allí al cura y al barbero, con quienes tramó su plan para obligar a don Quijote a abandonar la Sierra Morena y su singular penitencia (cap. XXVI).
Viernes 24 de agosto. «Otro día llegaron al lugar donde Sancho había dejado a su señor» (cap. XXVII), día que como dice el autor era de los del mes de agosto, cuando el cura y el barbero encuentran primero a Cardenio y luego a Dorotea (cap. XXVIII), la que gustosa se prestó al gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a nuestro enamorado caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto (cap. XXIX), para solicitarle favor como la alta princesa Micomicona, reina del gran reino Micomicón de Etiopía, lo que decidió a nuestro héroe abandonar la Sierra Morena (cap. XXX), lo que produjo gran alegría a Sancho, que luego se le completó al encontrar su rucio (cap. XXXI).
Sábado 25 de agosto. «Sin que les sucediese cosa digna de contar, llegaron otro día a la venta» (cap. XXXII). La expresión otro día que emplea Cervantes a menudo, la hemos interpretado como la locución ordinaria «al día siguiente» interpretación que hemos confirmado y hallado correcta por la exactitud con que coincide con nuestra cronología. Ese día, en la venta, encontraron algunos libros, de uno de los cuales leyó el cura la novela del Curioso impertinente, cuya lectura fue interrumpida por la brava y descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto. (cap. XXXV).
Abundante de acontecimientos fue la noche de ese día; llegaron Luscinda y don Fernando (cap. XXXVI), luego el cristiano y Zoraida (cap. XXXVII), pronunciando don Quijote su discurso sobre las letras y las armas (cap. XXXVIII), para luego oír del cautivo su historia (cap. XXXIX), llegando por último el oidor y su hija (cap. XLII), reuniéndose toda esta gente con gran contentamiento de todos, amantes y amadas, parientes y amigos, solucionándose así las situaciones planteadas en las historias relatadas por los protagonistas en las páginas anteriores del libro.
Domingo 26 de agosto. «Faltando poco para venir el alba llegó a los oídos de las damas una voz tan entonada y tan buena, que las obligó a que todas le prestasen atento oído» (cap. XLII), para luego sufrir don Quijote el grave agravio de quedar suspendido de un brazo (cap. XLIII), por broma pesada que le diera Maritornes y que él atribuyera a los encantadores sus enemigos, prosiguiendo luego lo que Cervantes llama los inauditos sucesos de la venta (cap. XLIV).
Dos días eran ya pasados los que había que toda aquella ilustre compañía estaba en la venta (cap. XLVI), o sea que fue el lunes 27 de agosto, cuando hicieron una como jaula de palos enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente don Quijote (cap. XL VI), la que colocada sobre un carro inició el regreso de nuestro héroe a su aldea, en cuyo viaje vino el encuentro con el canónigo (cap. XLVII), el encuentro con el cabrero (cap. L),  y la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los disciplinantes, a quien dió feliz fin a costa de su sudor (cap. LII). Y al cabo de seis días llegaron a la aldea de don Quijote, adonde entraron a la mitad del día, que acertó a ser domingo (cap. LII), o sea el domingo 2 de septiembre, con lo cual se da término a las aventuras que tuvo en su segunda salida.
Año de 1614 (Segunda parte)
Antes de comenzar con la cronología de las aventuras relatadas por Cervantes en la segunda parte de su libro, conviene recordar lo que dijimos al principio, o sea, que la base para nuestra cronología data de la fecha de la carta que escribió Sancho desde el castillo a Teresa Panza, su mujer, y del tiempo que necesariamente transcurrió entre el regreso de don Quijote a su aldea y la tercera salida. Hechas estas anotaciones, principiamos el:
Domingo 16 de junio. «Al anochecer, sin que nadie lo viese sino el bachiller, que quiso acompañarles media legua del lugar, se pusieron en camino del Toboso, don Quijote sobre su buen Rocinante, y Sancho sobre su antiguo rucio» (cap. VII). Hicieron el viaje platicando y en estas y otras semejantes pláticas se les pasó aquella noche y el día siguiente (lunes 17 de junio) sin acontecerles cosa que de contar fuese (cap. VIII).
Martes 18 de junio. «Otro día» (expresión que, como dijimos antes, interpretamos por el día siguiente) al anochecer descubrieron la gran ciudad del Toboso (cap. VIII). Media noche era por filo, poco más o menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso (cap. IX).
Miércoles 19 de junio. Luego de buscar, en la madrugada de este día, el palacio do residiera Dulcinea, salieron del Toboso y a dos millas del lugar hallaron una floresta o bosque, donde don Quijote se emboscó en tanto que Sancho volvía a la ciudad a hablar a Dulcinea (cap. IX), encontrando don Quijote a la dama de sus pensamientos convertida en vulgar aldeana, lo que causó grandes congojas en su corazón haciéndole irrumpir en imprecaciones contra los encantadores sus enemigos (cap. X), para luego venir la extraña aventura que le sucedió con el carro o carreta de las Cortes de la Muerte (cap. XI), para luego la noche que siguió al día del rencuentro de la Muerte, la pasaron don Quijote y su escudero debajo de unos altos y sombrosos árboles (cap. XII) donde en estas y otras pláticas se les pasó gran parte de la noche (cap. XII).
Jueves 20 de junio. Al amanecer de este día encuentra al Caballero del Bosque (cap. XII), con quien tiene singular pelea en defensa de su dama (cap. XIV), habiéndole vencido con la fuerza de su brazo, y con la alegría, contento y ufanidad que se ha dicho, seguía don Quijote su jornada, imaginándose por la pasada victoria ser el caballero andante más valiente que tenía en aquella edad el mundo, cuando los alcanzó un hombre, que detrás dellos por el mismo camino venía (cap. XVI), el cual fue testigo, junto con Sancho, de la extraordinaria aventura de los Leones (cap. XVII), que le hizo cambiar su nombre de «Caballero de la Triste Figura» por el de «Caballero de los Leones» y, serían como las dos de la tarde cuando llegaron a !a aldea y a la casa de don Diego (de Miranda) a quien don Quijote llamaba el Caballero del Verde Gabán (cap. XVII).
¿Cuántos días permaneció don Quijote en la casa o castillo del Caballero del Verde Gabán? Poco nos dice Cervantes a este respecto. Tan solo se sabe que cuatro días estuvo don Quijote regaladísimo en la casa de don Diego, al cabo de los cuales le pidió licencia para irse (cap. XVIII), pero de ese día hasta cuando llegóse, en fin el día, de su partida, tan alegre para don Quijote como triste y aciago para Sancho Panza (cap. XVIII), pero debieron pasar unos días más, como lo confirmamos más adelante, lo que nos hace establecer que D. Quijote y Sancho salieron de dicha casa, el día
Lunes 1 de julio. A poco de continuar sus andanzas tuvo la aventura del pastor enamorado, con otros, en verdad, graciosos sucesos (cap. XIX), para llegar cerca de un lugar, donde en contra de los deseos de Sancho no quiso entrar en el lugar don Quijote, aunque se lo pidieron así el labrador como el bachiller; pero él dió por disculpa, bastantísima a su parecer, ser costumbre de los caballeros andantes, dormir por las campos y florestas antes que en los poblados, aunque fuese debajo de dorados techos (cap. XIX).
Martes 2 de julio. «Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el luciente Febo, con el ardor de sus calientes rayos, las líquidas perlas de sus cabellos enjugase, cuando don Quijote, sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó a su escudero Sancho, que aun todavía roncaba» (cap. XX) para asistir al gran suceso de las bodas de Camacho el Rico, con el suceso de Basilio el Pobre. (cap. XX).
El buen Sancho se refociló tres días a costa de los novios (cap. XXII), o sean el mencionado 2 de julio y los días 3 y 4, al cabo de los cuales pidió don Quijote al diestro licenciado le diese una guía que le encaminase a la cueva de Montesinos (cap. XXII). El licenciado le dijo que le daría a un primo suyo, famoso estudiante y muy aficionado a leer libros de caballería (cap. XXII).
Viernes 5 de julio. Con él fue platicando todo este día, ya que en estas y otras gustosas pláticas se les pasó aquel día, y a la noche se albergaron en una pequeña aldea, adonde el primo dijo a don Quijote que desde allí a la cueva de Montesinos no había más de dos leguas (cap. XXII).
Sábado 6 de julio. «Y otro día» (expresión que como varias veces hemos dicho interpretamos por el día siguiente) a las dos de la tarde llegaron a la cueva (cap. XXII), a cuya sima bajó don Quijote y las cuatro de la tarde serían cuando el sol, entre nubes cubierto, con la luz escasa y templados rayos, dió lugar a don Quijote para que, sin calor y pesadumbre, contase a sus dos clarísimos oyentes lo que en la cueva de Montesinos había visto (cap. XXIII). Terminado el relato subieron a caballo, y siguieron todos tres el derecho camino de la venta, a la cual llegaron un poco antes de anochecer (cap. XXIV), donde se apunta la aventura del rebuzno y la graciosa del titiritero, con las memorables adivinanzas del mono adivino (cap. XXV), que terminó con la destrucción del retablo de Maese Pedro por don Quijote, quien quiso defender así a tan famoso caballero y a tan atrevido enamorado, como don Gaiferos (cap. XXVI).
Domingo 7 de julio. «Casi a las ocho del día, dejaron la venta y se pusieron en camino» (cap. XXVI) ... el cual anduvo dos días sin acontecerle cosa digna de ponerse en escritura (cap. XXVII), o sea, los días 8 y 9 de julio.
Miércoles 10 de julio. «Al tercero, al subir de una loma, oyó un gran rumor de tambores, de trompetas y arcabuces» (cap. XXVII). Era la iniciación de la culminación de la graciosa aventura del rebuzno, donde no rebuznaron en balde ni uno y el otro alcalde (cap. XXVII) que valió sus buenos palos a Sancho. Veinte y cinco días ha que salimos de nuestro pueblo (cap. XXVIII), es la cuenta que sobre la tercera salida hace don Quijote, lo que confirma nuestra aserción de los días que supusimos demoró en la casa de don Diego de Miranda, Caballero del Verde Gabán, pues de otro modo no se explican los días que faltan.
Adelante incurre el autor en un anacronismo, ya que pone en boca del hidalgo aventurero la siguiente expresión: Pues no anduve yo en Sierra Morena, ni en todo el discurso de nuestras salidas, sino dos meses apenas (cap. XXVIII), lo que explicamos no por el tiempo total de sus salidas, sino por el tiempo efectivo en que estuvo en sus andanzas, fuera de su casa. Terminando el coloquio don Quijote se acomodó al pie de un olmo y Sancho al de una haya; que estos tales árboles y otros sus semejantes, siempre tienen pies y no manos. Sancho pasó la noche penosamente (cap. XXVIII).
Viernes 12 de julio. «Dos días después que salieron de la alameda llegaron don Quijote y Sancho al río Ebro» (cap. XXIX) sucediéndoles la famosa aventura del barco encantado (cap. XXIX).
Sábado 13 de julio. «Sucedió, pues, que otro día, al poner del sol y al salir de una selva, tendió don Quijote la vista por un verde prado, y en lo último del vió gente, y llegándose cerca, conoció que eran cazadores de altanería. Llegóse más, y entre ellos vió una gallarda señora sobre un palafrén o bacanea blanquísima, adornada de guarniciones verdes y con un sillón de plata» (cap. XXX) conociendo así a la duquesa, que los llevó consigo a su castillo adonde llegaron esa misma noche (cap. XXXI).
Viernes 19 de julio. «De allí a seis días le llevaron a caza de montería» (cap. XXXIV), en la tarde del cual llegó la noticia que tuvo don Quijote del desencanto de Dulcinea (cap. XXXV) que Sancho no miró con buenos ojos, cuando supo que a costa de sus carnes debía desencantarse Dulcinea.
Sábado 20 de julio. Como dijimos al principio esta es la fecha básica para nuestra cronología, ya que en este día fue que Sancho escribió su famosa carta a Teresa Panza, su mujer, siendo la única fecha que figura con toda precisión en el libro, sin dar lugar a interpretación distinta alguna.
Preguntó la duquesa a Sancho otro día si había comenzado la tarea de la penitencia que había de hacer por el desencanto de Dulcinea (cap. XXXVI) conversación en el curso de la cual Sancho dio a conocer a la duquesa su carta. Ha seis días que la vuestra bondad está en este castillo, dijo Trifaldín a don Quijote (cap. XXVI), expresión ésta que, confirma nuestra cuenta, o sea la interpretación, que en todo el curso de este estudio hemos dado a la expresión otro día, tan empleada por Cervantes entendiéndola como al día siguiente. Ese mismo día se originó la famosa aventura de la dueña Trifalda y el singular viaje que hicieron don Quijote y el escudero montados en el caballo Clavileño (cap. XXXVI a XLI).
Domingo 21 de julio. «Otro día, que fue el que sucedió al vuelo de Clavileño, dijo el duque a Sancho que se adeliñase y compusiese para ir a ser gobernador» (cap. XLII), recibiendo Sancho lo sabios consejos de su amo, que son guía para el buen gobernante, saliendo luego para la ínsula que el destino le deparara para que gobernara (cap. XLIV), noche que fue tormentosa para la castidad de don Quijote quien sufrió por los amores castos de Altisidora al pie de su venta (cap. XLIV).
Lunes 22 de julio. «Como es ligero el tiempo, y no hay barranco que le detenga, corrió caballero en las horas, y con mucha presteza llegó la de la mañana. Lo cual visto por D. Quijote, dejó las blancas plumas, y no nada perezosa se vistió su acamuzado vestido» (cap. XL VI) encontrando presto a Altisidora la cual cuando vió a don Quijote fingió desmayarse (cap. XLVI) para sufrir luego don Quijote con gran detrimento de su cuerpo, la aventura de los gatos (cap. XL VI), la que costó cinco días de encerramiento y de cama (cap. XLVI), es decir los días 23, 24, 25, 26 y 27 de julio.
Seis días estuvo sin salir en público (cap. XLVIII), o sean los cinco días de encerramiento y de cama (cap. XLVI), más uno más, o sea el 28 de julio, que fue domingo.
En una noche de las cuales estando despierto y desvelado, pensando en sus desgracias y en el perseguimiento de Altisidora, sintió que con una llave abrían la puerta, de su aposento (cap. XLVIII), noche de la cual no podemos precisar la fecha con exactitud, teniendo así lugar lo que le sucedió a don Quijote con doña Rodríguez, la dueña de la duquesa, con otros acontecimientos dignos de escritura y de memoria eterna (cap. XLVIII).
Estando ya don Quijote sano de sus aruños, le pareció que la vida que en aquel castillo tenía era contra toda la orden de caballería que profesaba, y así determinó de pedir licencia a los duques para partirse a Zaragoza. Y estando un día a la mesa con los duques, y comenzando a poner en obra su intención de pedir licencia, veis aquí a deshora entrar por la puerta de la gran a las dos mujeres (como después pareció) cubiertas de luto de los pies a la cabeza, y la una dellas, llegándose a don Quijote, se le echo a los pies (cap. LII). No podemos precisar la fecha de este acontecimiento, pero para poder hilvanar nuestra cronología, bien podemos suponer ocurrió al siguiente día a aquel en que terminó su encerramiento, o sea el
Lunes 29 de julio. La entrada de estas dos mujeres dio principio a la aventura de la segunda Dueña Dolorida o Angustiada, llamada por otro nombre, doña Rodríguez (cap. LIV), cuyo remate fue el desafío que hizo don Quijote al causante de las desgracias de la doña Rodríguez, broma que quisieron adelantar los duques, designando para sostener la singular batalla a un lacayo gascón, que se llamaba Tosilos.
Miércoles 31 de julio. «De allí a dos días dijo el Duque a don Quijote como desde allí a cuatro vendría su contrario, y se presentaría en el cuerpo armado como caballero» (cap. LIV).
Viernes 2 de agosto. «Don Quijote, que alborozado y contento, esperaba el plazo de la batalla que había de hacerse con el robador de la honra de la hija de doña Rodríguez, a quien pensaba enderezar el tuerto y desaguisado que malamente le tenían fecho. Sucedió, pues, que saliéndose una mañana a imponerse y ensayarse en lo que había de hacer en el trance en que otro día pensaba verse, dando un repelón o arremetida a Rocinante, llegó a poner los pies tan junto a una cueva, que a no tirarlo fuertemente las riendas fuera imposible no caer en ella. En fin, le detuvo y no cayó; y llegándose algo más cerca, sin apearse miró aquella hondura; y estando mirando oyó grandes voces dentro» (cap. LV), hallando así a Sancho, quien al regresar de su gobierno había caído, para mal de su ventura, en tal cueva.
La fecha de este suceso la confirmamos, pues sabemos que Sancho duró en su gobierno diez días (cap. LV), que sumados al día de viaje de ida son once días, o sea que al cabo de once días de la iniciación de su gobierno fue que cayó en la cueva, lo que nos conduce precisamente a la fecha dada del dos de agosto.
Domingo 4 de agosto. «Se llego el día de la batalla aplazada» (cap. LVI) en la cual obtuvo D. Quijote recia victoria, tras la cual aclamaron todos la victoria por don Quijote...  fuese la gente, volvieronse el duque y don Quijote al castillo, encerraron a Tosilos, quedaron doña Rodríguez y su hija contentísimas de ver que por una vía o por otra, aquel caso había de parar en casamiento, y Tosilos no esperaba menos (cap. LIV).
Miércoles 14 de agosto. «Y así, pidió un día licencia a los duques para partirse» (cap. LVII). El libro nada nos dice sobre los días que suponemos pasaran entre la batalla con el lacayo Tosilos y aquel en que don Quijote pidió licencia para partir, pero a fin de cuadrar nuestra cronología tenemos que fijar este día en la fecha anotada, lo que no quiere decir otra cosa sino que estos días intermedios los pasaron D. Quijote y Sancho plácidamente en el castillo, con remordimientos del primero y gran placer del segundo.
Jueves 15 de agosto. «Habiéndose despedido la noche antes de los duques, una mañana se presento armado en la plaza del castillo» (cap. LVII). Ese mismo día, menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no daban vagar unas a otras (cap. LVIII), tales como la aventura con las imágenes y la que tuvo con los toros, y esa noche, don Quijote y Sancho echáronse a dormir entrambos, dejando a su albedrío, y sin orden alguna, pacer de la abundosa yerba, de que aquel prado estaba lleno, a los dos continuos compañeros y amigos, Rocinante y el rucio (cap. LIX).
Viernes 16 de agosto. «Despertaran algo tarde, volvieron a su­bir y a seguir su camino, dándose prisa para llegar a una venta» (cap. LIX), a la cual al fin llegaron, encontrando allí don Quijote al señor don Jerónimo, quien con otra persona, hablaba de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha. Los dos caballeros pidieron a don Quijote se pasase a su estancia a cenar con ellos... en estas y otras pláticas se pasó gran parte de la noche (cap. LIX).
Sábado 17 de agosto. «Madrugó don Quijote, dando golpes al tabique del otro aposento, se despidió de sus huéspedes» (cap. LIX). Era fresca la mañana, y daba muestras de serlo así mismo el día en que don Quijote salió de la venta, informándose primero cuál era el más derecho camino para ir a Barcelona, sin tocar en Zaragoza... Sucedió, pues, que en más de seis días no le sucedió cosa digna de ponerse en escritura (cap. LX). Estos seis días, en que nada digno de recuerdo le sucedió, fueron el domingo 18, lunes 19, martes 20, miércoles 21, jueves 22 y viernes 23 de agosto.
Sábado 24 de agosto. «Ya en esto amanecía» (cap. LX) cuando don Quijote y Sancho se encontraron con los bandidos que capitaneaba Roque Guinart. Tres días y tres noches estuvo don Quijote con Roque (cap. LXI), es decir el domingo 25, lunes 26 y martes 27 de agosto.
En fin, por caminos desusados, por atajos y sendas encubiertas partieron Roque, don Quijote y Sancho con otros seis escuderos a Barcelona. Llegaron a la playa la víspera de San Juan, en la noche (miércoles 28 de agosto).
Jueves 29 de agosto. «Quedóse don Quijote esperando el día, así a caballo como estaba, y no tardó mucho cuando comenzó a descubrirse por los balcones de Oriente la faz de la blanca aurora, alegrando las yerbas y las flores en lugar de alegrar el oído; aunque al mesmo instante alegraron también el oído al son de las muchas chirimías y atabales, ruidos de cascabeles, trapa, trapa, aparta, aparta, de corredores, que al parecer de la ciudad salían» (cap. LXI). Al entrar a la ciudad tuvo la grata sorpresa, preparada por Roque, de ser recibido por gente de librea que le saludaron con emocionantes palabras, que oyó suspenso y atónito. Luego, encerrándole todos en medio, al son de las chirimías y de los atabales, se encaminaron con él a la ciudad, alojándolo en la casa de don Antonio Moreno.
Viernes 30 de agosto. Aunque Cervantes da a entender que el mismo día en que don Quijote llegó a la casa de don Antonio Moreno tuvo lugar la cena durante la cual el dueño de casa le refirió las maravillas de la cabeza encantada, consideramos que dicha cena y tal conversación sólo ocurrieron al día siguiente, o sea en la fecha que anotamos, pues allí don Antonio, al hablar de la cabeza dijo: Guardó rumores, pintó caracteres, observó astros, miró puntos, y, finalmente, la sacó con la perfección que veremos mañana; porque los viernes está muda, y hoy que lo es nos ha de hacer esperar hasta mañana (cap. LXII).
Sábado 31 de agosto. «Aquella tarde sacaron a don Quijote, no armado, sino de rúa, vestido un balandrán de paño leonado, que pudiera hacer sudar en aquel tiempo al mismo hielo» (cap. LXII). Y esa noche, que volviéronse a casa, hubo sarao de damas... vinieron algunas, cenóse espléndidamente y comenzóse el sarao casi a las diez de la noche.
Domingo 19 de septiembre. «Otro día le pareció a don Antonio ser bien hacer la experiencia de la cabeza encantada; y con don Quijote, Sancho y otros dos amigos, con las dos señoras que habían molido a don Quijote en el baile, que aquella propia noche se habían quedado con la mujer de don Antonio, se encerró en la estancia donde estaba la cabeza» (cap. LXII).
Lunes 2 de septiembre. «Dióle gana a don Quijote de pasear la llana y a pie» dando por resultado que en su paseo entrara a una imprenta donde estuvo comentando con el impresor algunos libros recién publicados. Aquella tarde don Antonio Moreno, su huésped y sus dos amigos, con don Quijote y Sancho, fueron a las galeras (cap. LXIII), de cuya visita resultó la nueva aventura de la hermosa morisca.
Miércoles 4 de septiembre. «De allí a dos días partió el renegado en un ligero barco de seis remos por banda» (cap. LXIV).
Viernes 6 de septiembre. «Y de allí a otros dos se partieron las galeras a Levante» (cap. XLIV).
Sábado 7 de septiembre. «Una mañana», que suponemos fuera la del día siguiente, por falta de datos sobre cómo se pudieran emplear por don Quijote los días intermedios, saliendo don Quijote a pasearse por la playa, armado de todas sus armas, porque, como muchas veces decía, ellas eran sus arreos y su descanso el pelear, y no se hallaba sin ellas un punto, vió venir hacia él un caballero armado así mismo de punta en blanco, que en el escudo traía pintada una luna resplandeciente (cap. XLIV). Se iniciaba así la aventura que más pesadumbre dió a don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido. Era el Caballero de la Blanca Luna, quien desafiando a don Quijote por la belleza de sus damas, emprendió con él singular batalla, de cuyos resultados dió con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída, imponiendo el vencedor que el gran don Quijote se retire a su lugar un año, o hasta el tiempo que por mí le fuere mandado (cap. LXIV).
Seis días estuvo don Quijote en el lecho, marrido, triste, pensativo y mal acondicionado, yendo y viniendo con la imaginación en el desdichado suceso de su vencimiento (cap. LXV). Estos seis días fueron por consiguiente, el domingo 8, lunes 9, martes 10, miércoles 11, jueves 12 y viernes 13 de septiembre.
Domingo 15 de septiembre. «De allí a dos días trató el virrey con don Antonio qué modo tendrían para que Ana Félix y su padre quedasen en España». (cap. LXV).
Martes 17 de septiembre. «Llegóse el día de la partida de don Antonio, y el de don Quijote y Sancho que fue de allí a otros dos» (cap. LXV) y luego de despedirse partieron los dos, y don Quijote y Sancho después... don Quijote, desarmado y de camino; Sancho a pie, por ir el rucio cargando con las armas (cap. LXV).
En estas razones y pláticas se les pasó todo aquel día, y aun otros cuatro, sin sucederles cosa que estorbase su camino; y el quinto día (o sea el domingo 22 de septiembre), a la entrada de un lugar hallaron a la puerta de su mesón mucha gente (cap. LXVI), donde encontraron al labrador que los puso como jueces en el singular caso del desafío de la carrera del gordo que pesaba once arrobas con un su vecino que no pesaba más de cinco, contienda que por excusa de su amo resolvió Sancho. Aquella noche la pasaron amo y mozo en mitad del campo al cielo raso y descubierto.
Lunes 23 de septiembre. «Y otro día siguiendo su camino, vieron que hacia ellos venía un hombre de a pie con unas alforjas al cuello y una azcona o chuzo en la mano, propio talle de correo de a pie» (cap. LXVI), el cual resultó no ser otro que el lacayo Tosilos. Continuando su viaje fueron recordando los lugares de las aventuras que allí habían tenido, y cuando llegó la noche retiráronse, cenaron tarde y mal, bien contra la voluntad de Sancho, a quien se le representaban las estrechezas de la andante caballería usadas en las selvas y en los montes, si bien tal vez la abundancia se mostraba en los castillos y casas, así de don Diego de Miranda, como en las bodas del rico Camacho y de don Antonio Moreno, pero consideraba no ser posible ser siempre de día, ni siempre de noche, y así pasó aquélla durmiendo, y su amo velando (cap. LXVII). Esa misma noche una cerdosa aventura le aconteció a don Quijote. (cap. LXVII) tras la cual Sancho tomando en el suelo cuanto quiso, se acurrucó y durmió a sueño suelto, sin que fianzas ni deudas ni dolor alguno se lo estorbase (cap. LXVIII).
Martes 24 de septiembre. «Llegóse en esto el día, dió el son con sus rayos en los ojos a Sancho, despertó y esperezóse, sacudiéndose y estirándose los perezosos miembros.finalmente, volvieron los dos a su comenzado camino, y al declinar de la tarde vieron que hacia ellos venían hasta diez hombres de a caballo, y cuatro o cinco de a pie» (cap. LXVIII). Estos hombres apresaron a don Quijote y a Sancho y llegaron en esto un hora casi de la noche a un castillo, que bien conoció don Quijote que era el del duque, donde hacía poco que habían estado (cap. LXVIII), teniendo lugar el más raro y más nuevo suceso que en todo el discurso desta grande historia avino a don Quijote (cap. LXIX) y que no fue otra que la pantomima de la muerte y resurrección de Altisidora, ocasionada la primera por su amor a nuestro héroe y la segunda por la intervención de Minos y Radamanto, y durmió Sancho aquella noche en una carriola en el mismo aposento de don Quijote (cap. LXX).
Miércoles 25 de septiembre. «El uno durmiendo a sueño suelto, y el otro velando a pensamientos o desatadas, les tomó el día y la gana de levantarse» (cap. LXX). Poco después hablando con los duques don Quijote les suplicó le diesen licencia para partirse aquel mismo día, pues a los vencidos caballeros como él, más les convenía habitar una zahurda que en los reales palacios. Luego de platicar, cuando acabóse la plática, vistióse don Quijote, comió can los duques y partióse aquella tarde (cap. LXX). Llegó la noche, se entraron entre unos amenos árboles que poco desviados del camino estaban donde dejando vacías las silla y albarda de Rocinante y el rucio, se tendieron sobre la verde yerba, y cenaron del repuesto de Sancho... (cap. LXXI) iniciando allí esa noche Sancho su penitencia para obtener el desencanto de Dulcinea.
Jueves 26 de septiembre. «Don Quijote, quedándose en pelota, abrigó a Sancho, el cual se durmió hasta que le despertó el sol, y luego volvieron a proseguir su camino, a quien dieron fin, por entonces, en un lugar que tres leguas de allí estaba» (cap. LXXI). Todo aquel día, esperando la noche, estuvieron en aquel lugar y mesón don Quijote y Sancho, el uno para acabar en la campaña rasa la tanda de su disciplina y el otro para ver el fin della (cap. LXXII), enrabando conocimiento con don Álvaro Tarfe, cuyo nombre figuraba en la apócrifa historia de don Quijote y de quien obtuvo éste declaración ante escribano de que no conocía al apócrifo personaje, de que trataba el libro compuesto por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas. Llegó la tarde, partiéronse de aquel lugar...  y aquella noche la pasó entre otros árboles por dar lugar a Sancho de cumplir su penitencia (cap. LXXII).
Viernes 27 de septiembre. «Parece que había madrugado el sol a ver el sacrificio, con cuya luz volvieron a proseguir su camino... Aquel día y aquella noche caminaron sin sucederles cosa digna de contarse, si no fue que en ella acabó Sancho su tarea, de que quedó don Quijote contento sobre modo, y esperaba al día por ver si en el camino topaba ya desencantada a Dulcinea, su señora» (cap. LXXII).
Sábado 28 de septiembre. «Y siguiendo su camino no topaba mujer ninguna que no iba a reconocer si era Dulcinea del Toboso... Con estos pensamientos y deseos subieron una, cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual vista de Sancho se hincó de rodillas... Con esto bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo» (cap. LXXII). A la entrada del pueblo toparon en un pradecillo rezando al cura y al bachiller Carasco... finalmente, rodeados de muchachos acompañados del cura y del bachiller, entraron en el pueblo, y se fueron a casa de don Quijote y hallaron a la puerta della al ama y a su sobrina (cap. LXXIII). Y al cabo de ese día las buenas hijas (que lo eran sin duda) ama y sobrina, le llevaron a la cama, donde le dieron de comer y regalaron lo posible (cap. LXXIII).
Ya fuese de la melancolía que le causaba al verse vencido, o ya por la disposición del cielo, que así lo ordenaba, se le arraigó una calentura, que le tuvo seis días en la cama, o sea, el domingo 29, lunes 30 de septiembre, martes 1, miércoles 2, jueves 3 y viernes 4 de octubre. Al término de estos rogó don Quijote que le dejasen solo, porque quería dormir un poco. Hiciéronlo así y durmió de un tirón como dicen, más de seis horas (cap. LXXIV) a cuyo despertar, a grandes gritos reconoció su locura, e hizo llamar al cura, al bachiller Sansón Carrasco y a maese Nicolás el barbero, pues quería confesarse y hacer su testamento.
Cerró con esto el testamento, y tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama. Alborotáronse todos, y acudieron a su remedio, y en tres días, que vivió después déste donde hizo el testamento, se desmayaba muy a menudo. Estos tres días fueron el sábado 5, domingo 6 y lunes 7 de octubre, día éste que fue el último de don Quijote... el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió (cap. LXXIV).
Terminamos aquí el estudio que audazmente emprendimos sobre la cronología de don Quijote, estudio que puede tener algunas lagunas, especialmente en la segunda parte, debido a que Cervantes allí no fue tan preciso en definir los acontecimientos de cada día, como lo hizo cuidadosamente en la primera parte.
Queremos sí llamar la atención hacia el hecho de que, según nuestra cuenta, don Quijote murió un siete de octubre, o sea en el aniversario de la famosa batalla, donde peleó Cervantes perdiendo el uso de la manó derecha, lo que le valió el sobrenombre del «Manco de Lepanto».
Esta batalla constituyó un momento culminante de la vida de Cervantes, el cual rehusó bajar so cubierta, y dijo que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que su salud; y pidió a su capitán que le pusiese en la parte y lugar que fuese más peligroso y allí estaría y moriría peleando. ¿Qué tiene, pues, de extraño que Cervantes intencionalmente hubiera desarrollado la trama de su novela inmortal en forma tal que su héroe muriera en la fecha indicada, aniversario que debía recordar el autor con sin igual emoción?
Pero, sea cual fuere la época y el lugar donde actuó don Quijote de la Mancha, su espíritu flota y flotará siempre en el corazón de las gentes por cuyas venas corre la sangre que engendra el inmortal y siempre caballeresco espíritu hispano.
Bogotá, 1947

 

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