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un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...
frase con que comienza Cervantes su
obra inmortal, ha dado lugar a muchas discusiones y estudios sobre
cuál fue la cuna de don Quijote.
Para humanizar el personaje de las
sin iguales aventuras, es necesario localizarlo en el tiempo y en el
espacio.
Nos aventuramos ahora, con ocasión
del centenario del autor, a hacer algunas anotaciones para localizar
a don Quijote en el tiempo.
A todo lo largo de las hojas del
libro tan sólo encontramos tres fechas, que pueden servir de base a
nuestro estudio, a saber:
a)
En el capítulo XXV de la primera parte,
cuando Sancho sale de la Sierra Morena, dejando a su amo en singular
penitencia, para llevar una misiva a doña Dulcinea del Toboso,
obtuvo de éste le firmare una orden para su sobrina a fin de que
entregara a Sancho Panza, mi
escudero, tres de los cinco (pollinos) que dejé en casa... Fecha en
las entrañas de Sierra Morena a veinte y dos de agosto deste
presente año.
b) En el capítulo XXXVI de la segunda
parte, cuando Sancho se disponía a partir del castillo de los duques
para la gobernación de la ínsula Barataria, le escribió a Teresa
Panza, su mujer, la carta deste castillo, a 20 de julio de
1614.
c)
Finalmente, en el capítulo LXI de la
segunda parte, dice el autor:
Por caminos desusados, por atajos y
sendas encubiertas partieron Roque, don Quijote y Sancho con otros
seis escuderos a Barcelona. Llegaron a su playa la víspera de San
Juan, en la noche.
De estas tres fechas la única que no
deja lugar a duda o a interpretación alguna es la de la carta de
Sancho (20 de julio de 1614). Como en el curso de la obra, según lo
veremos adelante, se hace mención a días de la semana, conviene
para mejor claridad de este estudio, determinar ante todo que día de
la semana fue aquel en que Sancho escribiera su famosa misiva.
El año de 1614 fue posterior a la
reforma gregoriana, por lo cual se puede aplicar la regla de Gauss,
la que nos da que en ese año la fiesta de Pascua cayó el día 31 de
marzo; dato que comprobamos encontrando que la letra dominical de
ese año fue F.
Comentemos ahora la primera fecha:
los acontecimientos de la primera parte necesariamente fueron
anteriores a los relatados por el autor en la segunda parte, y como
la fecha del vale de los pollinos fue el 22 de agosto y la fecha de
la carta de Sancho fue el 20 de julio, podemos concluir, cuando
menos que la primera parte se desarrolló el año anterior, o sea en
el año de 1613.
Empero a lo anterior se puede
objetar que Cervantes publicó la primera parte en 1604, habiendo
sido lanzada al mercado literario en 1605, lo que daría lugar a
decir que el desarrollo de estos acontecimientos sucedió nueve años
después, de escrita, es decir que Cervantes escribió en el futuro.
Pero a ello cabe observar lo
siguiente: Cervantes escribió la segunda parte en 1615 y fijó una
fecha en el año inmediatamente anterior; ¿qué de raro tiene pues que
si Cervantes escribió la primera parte en 1603, hiciera desarrollar
los acontecimientos en el año anterior o sea en 1602? Ello se aclara
aún más teniendo en cuenta que el almanaque de 1602 sirvió también
para 1613.
No obstante, Cervantes, en el
capítulo primero de la segunda parte dice que el cura y el
barbero se estuvieron casi un mes sin verle; dando a entender
que el lapso transcurrido entre la terminación de los
acontecimientos relatados en la primera parte y la iniciación de los
relatados en la segunda, fue escasamente de un mes, anacronismo en
que cayó el autor, pues la primera parte se desarrolló, como
adelante lo veremos, en un poco más de un mes y los de la segunda en
poco más de tres meses, y entre las dos fechas comentadas (22 de
agosto y 20 de julio) transcurrieron cuando menos once meses menos
dos días.
Dada la explicación anterior se
justifica el por qué fijamos para los sucesos de la primera parte el
año de 1613, ya que no es de suponer que la locura de don Quijote le
permitiera estar tranquilo en su casa, en lugar de ir a buscar
aventuras durante casi doce años.
En cuanto a la tercera fecha, o sea
la víspera de San Juan, queremos creer que Cervantes se
refirió no a la fiesta ordinaria y conocida del Nacimiento de San
Juan, sino a la de su Degollación, que la Iglesia celebra el día 29
de agosto.
Basados en el dato anterior, sobre
la letra dominical del año de 1614, concluimos que el 20 de julio,
día en que Sancho escribió su carta, fue un sábado y que la víspera
del San Juan fue un miércoles.
Hechas estas observaciones
preliminares podemos determinar que las clásicas aventuras de don
Quijote se desarrollaron en las fechas que damos a continuación:
Año de 1613 (Primera
parte)
Viernes 27
de julio. «. y sin que nadie le viese, una mañana, antes del
día (que era uno de los calurosos del mes de julio) se armó con
todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta
celada, embrazó su adarga, tomó su lanza y por la puerta falsa de un
corral salió al campo con grandísimo contento y alborozo» (cap. II). Ese mismo día llegó a la venta, donde tras múltiples azares, y
luego de haber velado las armas, fue armado caballero por el
ventero, que él, en su loca imaginación, creyó era el castellano de lo
que para él era un castillo. Debemos anotar que el autor, en el
mismo capítulo II, al relatar la llegada de
don Quijote a la venta, y
cuando fue de damas tan bien servido, anota que
A dicha acertó a ser viernes aquel día.
Sábado 28
de julio. «La del alba sería cuando don Quijote salió de la
venta» (cap. IV) para proseguir sus aventuras, las que inició
libertando a un muchacho de los azotes que le infligía un labrador,
para más tarde tener su desafortunada aventura con los mercaderes,
que dieron con su humanidad en tierra, siendo recogido por un
labrador que bondadoso lo condujo a su aldea (cap. V).
Domingo 29
de julio. El cura y el barbero se trasladaron a la casa de
don
Quijote «el cual aun todavía dormía», para hacer, en asocio
de la sobrina y del ama, «el más donoso y escrupuloso escrutinio en
la librería de nuestro ingenioso hidalgo» (cap. VI), quemando
aquellas obras que en su timorato criterio creyeron eran la causa de
sus locuras. En esto estaban cuando, don Quijote al despertarse,
empezó a gritar grandes desatinos por lo cual cuando los que
requisaban su biblioteca llegaron ya «él estaba levantando de
la cama y proseguía en sus voces y en sus desatinos, dando
cuchilladas y reveses a todas partes» (cap. VII). Pero luego
«diéronle de comer, y quedóse dormido» lo que aprovecharon
para tapiarle la puerta de su biblioteca.
De allí a dos días,
lo que podemos interpretar como que
estuvo en cama todo el lunes 30 de julio, se levantó don
Quijote y lo primero que hizo fue ir a ver sus libros, cuya
desaparición explicáronle con la intervención de su enemigo Frestón
o Fritón.
Es, pues, el caso, que él estuvo
quince días en casa muy sosegado
(cap. VII) al cabo de los cuales resolvió volver a sus andanzas,
acompañado esta vez de su novel y buen escudero Sancho Panza. Este
lapso nos lleva al jueves 16 de agosto cuando sin despedirse
Panza de sus hijos y mujer, ni don Quijote de su ama y sobrina, una
noche se salieron del lugar sin que persona los viese (cap. VII).
Viernes 17 de agosto.
Pasaron por el Campo de Montiel y tuvo
don Quijote su célebre, y tal vez más conocida aventura, con los
molinos de viento, que él imaginara gigantes (cap. VIII), queriendo
su buena o mala suerte que aquella noche la pasaran entre unos
árboles (cap. VIII).
Sábado 18
de agosto. «No quiso desayunarse don Quijote, porque, como
está dicho, dió en sustentarse de sabrosas memorias. Tornaron a su
comenzado camino del Puerto Lápice, y a obra de las tres del día le
descubrieron» (cap. VIII). Poco después encontrose con los
dos frailes de San Benito, sosteniendo luego una emocionante batalla
con el vizcaíno a quien venció con la fortaleza de su brazo (cap. IX)
y siguiendo adelante su camino deseosos de buscar donde alojar
aquella noche, acabaron con mucha brevedad su pobre y seca comida.
Subieron luego a caballo, y diéronse prisa por llegar a poblado
antes que anocheciese; pero faltoles, el sol, y la esperanza de
alcanzar lo que deseaban, junto a unas chozas de unos cabreros, y
así, determinaron de pasarla allí (cap. X). Fue recogido de
los cabreros con buen ánimo (cap. XI) habiendo pronunciado allí
D. Quijote su famoso discurso sobre la edad de oro (cap. XI) para
oír luego la pastoril historia de Marcela y Crisóstomo (cap. XII).
Domingo 19
de agosto. Asistió don Quijote al entierro de Crisóstomo (cap. XIII) oyendo las explicaciones de Marcela, para luego tener
la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos
desalmados yangüeses (cap. XV) para más tarde llegar a la venta,
que él volviera a imaginar castillo, donde no pudo dormir por culpa
de su aventura con la famosa Maritornes (cap. XVI).
Lunes 20 de agosto.
«Ya comenzaba a amanecer» (cap. XVII) cuando don Quijote, luego de proveerse con provisiones que,
junto con el alojamiento, pagara Sancho con su manteada, salió para
tener su encuentro con ovejas y carneros, que él imaginó ser los
escuadrones del grande emperador Alifanfarón, señor de la grande
isla Trapobana, de su enemigo el rey de los Garamantas, Pentapolín
del arremangado brazo, parque siempre entra en las batallas con el
brazo desnudo (cap. XVIII). Ese mismo día, ya a la noche, fue
la aventura que le sucedió con un cuerpo muerto (cap. XIX) y que
Sancho le bautizara con el nombre de Caballero de la Triste Figura,
para oírle luego el cuento de las ovejas, y así en estos
coloquios y otros semejantes pasaron la noche amo y mozo (cap. XX).
Martes 21
de agosto. «Acabó en esto de descubrirse el alba y de parecer
distintamente las cosas» (cap. XX) cuando don Quijote en busca de
aventuras sólo encontró seis mozos de batán: en esto comenzó a
llover un poco, y quisiera Sancho que se entraran en el molino de
los batanes; mas habíanles cobrado tal aborrecimiento don
Quijote por la pasada burla, que en ninguna manera quiso entrar
dentro; y así torciendo el camino a la derecha mano (cap. XXI)
a poco descubrió don Quijote un hombre a caballo, a
quien le arrebató una bacía de barbero, que él creyó ser el yelmo de
Mambrino (cap. XXI). Más tarde libertó don Quijote a
muchos desdichados que mal de su grado las llevaban donde no
quisieran ir (cap. XXII), recibiendo como pago una pedrea,
prosiguiendo luego su viaje y aquella noche llegaron a la Sierra
Morena (cap. XXIII), noche de triste recuerdo para Sancho, ya
que Ginés de Pasamonte le robó, su asno, lo que lamentó Sancho, ya
que perdió al hijo de mis entrañas, nacido en mi mesma casa,
brinco de mis hijos, regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos,
alivio, de mis cargas (cap. XXIII).
Miércoles 22
de agosto. En la Sierra Morena encuentran primero la maleta y
luego al propio Cardenio, quien les relata su desventurada historia.
Luego don Quijote, queriendo imitar la penitencia de Beltenebros
despacha a Sancho a llevar una misiva a Dulcinea, firmándole el
célebre vale por los pollinos, Fecha en las entrañas de Sierra
Morena a veinte y dos de agosto deste presente año, dato éste
que, como comentamos al principio, nos ha servido de base para
establecer la cronología de la Primera parte del libro.
Jueves 23
de agosto. Sancho Panza en saliendo al camino real, se
puso en busca del Toboso, y otro día llego a la venta donde
le había sucedido la desgracia de la manta para encontrar allí al
cura y al barbero, con quienes tramó su plan para obligar a don
Quijote a abandonar la Sierra Morena y su singular penitencia (cap. XXVI).
Viernes 24
de agosto. «Otro día llegaron al lugar donde Sancho había
dejado a su señor» (cap. XXVII), día que como dice el autor
era de los del mes de agosto, cuando el cura y el barbero
encuentran primero a Cardenio y luego a Dorotea (cap. XXVIII), la
que gustosa se prestó al gracioso artificio y orden que se
tuvo en sacar a nuestro enamorado caballero de la asperísima
penitencia en que se había puesto (cap. XXIX), para solicitarle
favor como la alta princesa Micomicona, reina del gran reino
Micomicón de Etiopía, lo que decidió a nuestro héroe abandonar
la Sierra Morena (cap. XXX), lo que produjo gran alegría a Sancho,
que luego se le completó al encontrar su rucio (cap. XXXI).
Sábado 25
de agosto. «Sin que les sucediese cosa digna de contar,
llegaron otro día a la venta» (cap. XXXII). La expresión otro día
que emplea Cervantes a menudo, la hemos interpretado como la
locución ordinaria «al día siguiente» interpretación que hemos
confirmado y hallado correcta por la exactitud con que coincide con
nuestra cronología. Ese día, en la venta, encontraron algunos
libros, de uno de los cuales leyó el cura la novela del Curioso
impertinente, cuya lectura fue interrumpida por la brava y
descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de
vino tinto. (cap. XXXV).
Abundante de acontecimientos fue la
noche de ese día; llegaron Luscinda y don Fernando (cap. XXXVI),
luego el cristiano y Zoraida (cap. XXXVII), pronunciando
don Quijote
su discurso sobre las letras y las armas (cap. XXXVIII), para luego
oír del cautivo su historia (cap. XXXIX), llegando por último el
oidor y su hija (cap. XLII), reuniéndose toda esta gente con gran
contentamiento de todos, amantes y amadas, parientes y amigos,
solucionándose así las situaciones planteadas en las historias
relatadas por los protagonistas en las páginas anteriores del libro.
Domingo 26
de agosto. «Faltando poco para venir el alba llegó a los
oídos de las damas una voz tan entonada y tan buena, que las obligó
a que todas le prestasen atento oído» (cap. XLII), para luego
sufrir don Quijote el grave agravio de quedar suspendido de un brazo
(cap. XLIII), por broma pesada que le diera Maritornes y que él
atribuyera a los encantadores sus enemigos, prosiguiendo luego lo
que Cervantes llama los inauditos sucesos de la venta (cap. XLIV).
Dos días eran ya pasados los que
había que toda aquella ilustre compañía estaba en la venta
(cap. XLVI), o sea que fue el
lunes 27 de agosto, cuando hicieron una como jaula de
palos enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente don
Quijote (cap. XL VI), la que colocada sobre un carro inició
el regreso de nuestro héroe a su aldea, en cuyo viaje vino el
encuentro con el canónigo (cap. XLVII), el encuentro con el cabrero
(cap. L), y la pendencia que
don Quijote tuvo con el
cabrero, con la rara aventura de los disciplinantes, a quien dió
feliz fin a costa de su sudor (cap. LII). Y al cabo de seis
días llegaron a la aldea de don Quijote, adonde entraron a la
mitad del día, que acertó a ser domingo (cap. LII), o sea el
domingo 2 de septiembre, con lo cual se da término a las
aventuras que tuvo en su segunda salida.
Año de 1614 (Segunda
parte)
Antes de comenzar con la cronología
de las aventuras relatadas por Cervantes en la segunda parte de su
libro, conviene recordar lo que dijimos al principio, o sea, que la
base para nuestra cronología data de la fecha de la carta que
escribió Sancho desde el castillo a Teresa Panza, su mujer, y del
tiempo que necesariamente transcurrió entre el regreso de don Quijote
a su aldea y la tercera salida. Hechas estas anotaciones,
principiamos el:
Domingo 16
de junio. «Al anochecer, sin que nadie lo viese sino el
bachiller, que quiso acompañarles media legua del lugar, se pusieron
en camino del Toboso, don Quijote sobre su buen Rocinante, y Sancho
sobre su antiguo rucio» (cap. VII). Hicieron el viaje
platicando y en estas y otras semejantes pláticas se les pasó
aquella noche y el día siguiente (lunes 17 de junio) sin
acontecerles cosa que de contar fuese (cap. VIII).
Martes 18
de junio. «Otro día» (expresión que, como dijimos
antes, interpretamos por el día siguiente) al anochecer
descubrieron la gran ciudad del Toboso (cap. VIII).
Media noche era por filo, poco más o menos, cuando don Quijote y
Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso (cap. IX).
Miércoles 19
de junio. Luego de buscar, en la madrugada de este día, el
palacio do residiera Dulcinea, salieron del Toboso y a dos millas
del lugar hallaron una floresta o bosque, donde don Quijote se
emboscó en tanto que Sancho volvía a la ciudad a hablar a Dulcinea
(cap. IX), encontrando don Quijote a la dama de sus pensamientos
convertida en vulgar aldeana, lo que causó grandes congojas en su
corazón haciéndole irrumpir en imprecaciones contra los
encantadores sus enemigos (cap. X), para luego venir la extraña
aventura que le sucedió con el carro o carreta de las Cortes
de la Muerte (cap. XI), para luego la noche que siguió al día
del rencuentro de la Muerte, la pasaron don Quijote y
su escudero debajo de unos altos y sombrosos árboles (cap. XII)
donde en estas y otras pláticas se les pasó gran parte de la
noche (cap. XII).
Jueves 20
de junio. Al amanecer de este día encuentra al Caballero del
Bosque (cap. XII), con quien tiene singular pelea en defensa de su
dama (cap. XIV), habiéndole vencido con la fuerza de su brazo, y
con la alegría, contento y ufanidad que se ha dicho, seguía don
Quijote su jornada, imaginándose por la pasada victoria ser el
caballero andante más valiente que tenía en aquella edad el
mundo, cuando los alcanzó un hombre, que detrás dellos por el mismo
camino venía (cap. XVI), el cual fue testigo, junto con
Sancho, de la extraordinaria aventura de los Leones (cap. XVII), que
le hizo cambiar su nombre de «Caballero de la Triste Figura» por el
de «Caballero de los Leones» y, serían como las dos de la tarde
cuando llegaron a !a aldea y a la casa de don Diego (de
Miranda) a quien don Quijote llamaba el Caballero del Verde Gabán
(cap. XVII).
¿Cuántos días permaneció don Quijote
en la casa o castillo del Caballero del Verde Gabán? Poco nos dice
Cervantes a este respecto. Tan solo se sabe que cuatro días
estuvo don Quijote regaladísimo en la casa de don Diego, al
cabo de los cuales le pidió licencia para irse (cap. XVIII),
pero de ese día hasta cuando llegóse, en fin el día, de su
partida, tan alegre para don Quijote como triste y aciago para
Sancho Panza (cap. XVIII), pero debieron pasar unos días más,
como lo confirmamos más adelante, lo que nos hace establecer que D.
Quijote y Sancho salieron de dicha casa, el día
Lunes 1 de julio.
A poco de continuar sus andanzas tuvo
la aventura del pastor enamorado, con otros, en verdad, graciosos
sucesos (cap. XIX), para llegar cerca de un lugar, donde en
contra de los deseos de Sancho no quiso entrar en el lugar don
Quijote, aunque se lo pidieron así el labrador como el bachiller;
pero él dió por disculpa, bastantísima a su parecer, ser
costumbre de los caballeros andantes, dormir por las campos y
florestas antes que en los poblados, aunque fuese debajo de dorados
techos (cap. XIX).
Martes 2
de julio. «Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el
luciente Febo, con el ardor de sus calientes rayos, las líquidas
perlas de sus cabellos enjugase, cuando don Quijote, sacudiendo la
pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó a su escudero Sancho,
que aun todavía roncaba» (cap. XX) para asistir al gran
suceso de las bodas de Camacho el Rico, con el suceso de Basilio
el Pobre. (cap. XX).
El buen Sancho se refociló tres días
a costa de los novios (cap. XXII), o sean el mencionado 2 de julio y los días 3 y 4, al cabo de
los cuales pidió don Quijote al diestro licenciado le diese
una guía que le encaminase a la cueva de Montesinos (cap. XXII).
El licenciado le dijo que le daría a un primo suyo, famoso
estudiante y muy aficionado a leer libros de caballería (cap. XXII).
Viernes 5
de julio. Con él fue platicando todo este día, ya que en
estas y otras gustosas pláticas se les pasó aquel día, y a la noche
se albergaron en una pequeña aldea, adonde el primo dijo a
don Quijote que desde allí a la cueva de Montesinos no había más de
dos leguas (cap. XXII).
Sábado 6 de julio.
«Y otro día» (expresión que como
varias veces hemos dicho interpretamos por el día siguiente) a
las dos de la tarde llegaron a la cueva (cap. XXII), a cuya sima
bajó don Quijote y las cuatro de la tarde serían cuando el sol,
entre nubes cubierto, con la luz escasa y templados rayos, dió lugar
a don Quijote para que, sin calor y pesadumbre, contase a sus
dos clarísimos oyentes lo que en la cueva de Montesinos había visto
(cap. XXIII). Terminado el relato subieron a caballo, y
siguieron todos tres el derecho camino de la venta, a la cual
llegaron un poco antes de anochecer (cap. XXIV), donde se
apunta la aventura del rebuzno y la graciosa del titiritero, con las
memorables adivinanzas del mono adivino (cap. XXV), que terminó
con la destrucción del retablo de Maese Pedro por don Quijote, quien
quiso defender así a tan famoso caballero y a tan atrevido
enamorado, como don Gaiferos (cap. XXVI).
Domingo 7
de julio. «Casi a las ocho del día, dejaron la venta y se
pusieron en camino» (cap. XXVI) ... el cual anduvo dos días
sin acontecerle cosa digna de ponerse en escritura (cap. XXVII),
o sea, los días 8 y 9 de julio.
Miércoles 10
de julio. «Al tercero, al subir de una loma, oyó un gran
rumor de tambores, de trompetas y arcabuces» (cap. XXVII).
Era la iniciación de la culminación de la graciosa aventura del
rebuzno, donde no rebuznaron en balde ni uno y el otro alcalde
(cap. XXVII) que valió sus buenos palos a Sancho. Veinte y
cinco días ha que salimos de nuestro pueblo (cap. XXVIII), es la
cuenta que sobre la tercera salida hace don Quijote, lo que confirma
nuestra aserción de los días que supusimos demoró en la casa de don
Diego de Miranda, Caballero del Verde Gabán, pues de otro modo no se
explican los días que faltan.
Adelante incurre el autor en un
anacronismo, ya que pone en boca del hidalgo aventurero la siguiente
expresión: Pues no anduve yo en Sierra Morena, ni en todo el
discurso de nuestras salidas, sino dos meses apenas (cap. XXVIII),
lo que explicamos no por el tiempo total de sus salidas, sino por el
tiempo efectivo en que estuvo en sus andanzas, fuera de su casa.
Terminando el coloquio don Quijote se acomodó al pie de un olmo y
Sancho al de una haya; que estos tales árboles y otros sus
semejantes, siempre tienen pies y no manos. Sancho pasó la noche
penosamente (cap. XXVIII).
Viernes 12
de julio. «Dos días después que salieron de la alameda
llegaron don Quijote y Sancho al río Ebro» (cap. XXIX)
sucediéndoles la famosa aventura del barco encantado (cap. XXIX).
Sábado 13
de julio. «Sucedió, pues, que otro día, al poner del sol y al
salir de una selva, tendió don Quijote la vista por un verde prado, y
en lo último del vió gente, y llegándose cerca, conoció que eran
cazadores de altanería. Llegóse más, y entre ellos vió una gallarda
señora sobre un palafrén o bacanea blanquísima, adornada de
guarniciones verdes y con un sillón de plata» (cap. XXX)
conociendo así a la duquesa, que los llevó consigo a su castillo
adonde llegaron esa misma noche (cap. XXXI).
Viernes 19
de julio. «De allí a seis días le llevaron a caza de
montería» (cap. XXXIV), en la tarde del cual llegó
la noticia que tuvo don Quijote del desencanto de Dulcinea (cap. XXXV) que Sancho no miró con buenos ojos, cuando supo que a costa de
sus carnes debía desencantarse Dulcinea.
Sábado 20
de julio. Como dijimos al principio esta es la fecha básica
para nuestra cronología, ya que en este día fue que Sancho escribió
su famosa carta a Teresa Panza, su mujer, siendo la única fecha que
figura con toda precisión en el libro, sin dar lugar a
interpretación distinta alguna.
Preguntó la duquesa a Sancho otro
día si había comenzado la tarea de la penitencia que había de hacer
por el desencanto de Dulcinea
(cap. XXXVI) conversación en el curso
de la cual Sancho dio a conocer a la duquesa su carta. Ha seis
días que la vuestra bondad está en este castillo, dijo Trifaldín
a don Quijote (cap. XXVI), expresión ésta que, confirma nuestra
cuenta, o sea la interpretación, que en todo el curso de este
estudio hemos dado a la expresión otro día, tan empleada por
Cervantes entendiéndola como al día siguiente. Ese mismo día se
originó la famosa aventura de la dueña Trifalda y el singular viaje
que hicieron don Quijote y el escudero montados en el caballo Clavileño (cap. XXXVI a XLI).
Domingo 21
de julio. «Otro día, que fue el que sucedió al vuelo de
Clavileño, dijo el duque a Sancho que se adeliñase y compusiese para
ir a ser gobernador» (cap.
XLII), recibiendo Sancho lo sabios consejos de su amo, que son guía
para el buen gobernante, saliendo luego para la ínsula que el destino
le deparara para que gobernara (cap. XLIV), noche que fue tormentosa
para la castidad de don Quijote quien sufrió por los amores castos de
Altisidora al pie de su venta (cap. XLIV).
Lunes 22
de julio. «Como es ligero el tiempo, y no hay barranco que le
detenga, corrió caballero en las horas, y con mucha presteza llegó
la de la mañana. Lo cual visto por D. Quijote, dejó las blancas
plumas, y no nada perezosa se vistió su acamuzado vestido» (cap. XL VI) encontrando presto a Altisidora la cual cuando vió
a don
Quijote fingió desmayarse (cap. XLVI) para sufrir luego
don
Quijote con gran detrimento de su cuerpo, la aventura de los gatos (cap. XL VI), la que costó cinco días de encerramiento y de cama (cap. XLVI), es decir los días 23, 24, 25, 26 y 27 de
julio.
Seis días estuvo sin salir en
público (cap. XLVIII), o
sean los cinco días de encerramiento y de cama (cap. XLVI),
más uno más, o sea el 28 de julio, que fue domingo.
En una noche de las cuales estando
despierto y desvelado, pensando en sus desgracias y en el
perseguimiento de Altisidora, sintió que con una llave abrían la
puerta, de su aposento (cap. XLVIII), noche de la cual no podemos precisar la fecha con
exactitud, teniendo así lugar lo que le sucedió a don
Quijote con doña Rodríguez, la dueña de la duquesa, con otros
acontecimientos dignos de escritura y de memoria eterna (cap. XLVIII).
Estando ya don
Quijote sano de sus aruños, le pareció que la vida que en aquel
castillo tenía era contra toda la orden de caballería que profesaba,
y así determinó de pedir licencia a los duques para partirse a
Zaragoza. Y estando un día a la mesa con los duques, y comenzando a
poner en obra su intención de pedir licencia, veis aquí a deshora
entrar por la puerta de la gran a las dos mujeres (como después
pareció) cubiertas de luto de los pies a la cabeza, y la una
dellas, llegándose a don Quijote, se le echo a
los pies (cap. LII). No podemos precisar la fecha de este
acontecimiento, pero para poder hilvanar nuestra cronología, bien
podemos suponer ocurrió al siguiente día a aquel en que
terminó su encerramiento, o sea el
Lunes 29
de julio. La entrada de estas dos mujeres dio principio a la
aventura de la segunda Dueña Dolorida o Angustiada, llamada por
otro nombre, doña Rodríguez (cap. LIV), cuyo remate fue
el desafío que hizo don Quijote al causante de las desgracias de la
doña Rodríguez, broma que quisieron adelantar los duques, designando
para sostener la singular batalla a un lacayo gascón, que se llamaba Tosilos.
Miércoles 31
de julio. «De allí a dos días dijo el Duque a don Quijote como
desde allí a cuatro vendría su contrario, y se presentaría en el
cuerpo armado como caballero» (cap. LIV).
Viernes 2
de agosto. «Don Quijote, que alborozado y contento, esperaba
el plazo de la batalla que había de hacerse con el robador de la
honra de la hija de doña Rodríguez, a quien pensaba enderezar el
tuerto y desaguisado que malamente le tenían fecho. Sucedió, pues,
que saliéndose una mañana a imponerse y ensayarse en lo que había de
hacer en el trance en que otro día pensaba verse, dando un repelón o
arremetida a Rocinante, llegó a poner los pies tan junto a una
cueva, que a no tirarlo fuertemente las riendas fuera imposible no
caer en ella. En fin, le detuvo y no cayó; y llegándose algo más
cerca, sin apearse miró aquella hondura; y estando mirando oyó
grandes voces dentro» (cap. LV), hallando así a Sancho, quien
al regresar de su gobierno había caído, para mal de su ventura, en
tal cueva.
La fecha de este suceso la confirmamos,
pues sabemos que Sancho duró en su gobierno diez días (cap. LV),
que sumados al día de viaje de ida son once días, o sea que
al cabo de once días de la iniciación de su gobierno fue
que cayó en la cueva, lo que nos conduce precisamente a la fecha
dada del dos de agosto.
Domingo 4
de agosto. «Se llego el día de la batalla aplazada» (cap. LVI) en la cual obtuvo D. Quijote recia victoria, tras la cual
aclamaron todos la victoria por don Quijote... fuese la gente, volvieronse el duque y
don Quijote al castillo,
encerraron a Tosilos, quedaron doña Rodríguez y su hija
contentísimas de ver que por una vía o por otra, aquel caso había de
parar en casamiento, y Tosilos no esperaba menos (cap. LIV).
Miércoles 14
de agosto. «Y así, pidió un día licencia a los duques para
partirse» (cap. LVII). El libro nada nos dice sobre los días
que suponemos pasaran entre la batalla con el lacayo Tosilos y aquel
en que don Quijote pidió licencia para partir, pero a fin de cuadrar
nuestra cronología tenemos que fijar este día en la fecha anotada,
lo que no quiere decir otra cosa sino que estos días intermedios los
pasaron D. Quijote y Sancho plácidamente en el castillo, con
remordimientos del primero y gran placer del segundo.
Jueves 15
de agosto. «Habiéndose despedido la noche antes de los
duques, una mañana se presento armado en la plaza del castillo»
(cap. LVII). Ese mismo día, menudearon
sobre don
Quijote aventuras tantas, que no daban vagar unas a otras (cap. LVIII), tales como la aventura con las imágenes y la que tuvo con
los toros, y esa noche, don Quijote y Sancho echáronse a dormir
entrambos, dejando a su albedrío, y sin orden alguna, pacer de la
abundosa yerba, de que aquel prado estaba lleno, a los dos continuos
compañeros y amigos, Rocinante y el rucio (cap. LIX).
Viernes 16
de agosto. «Despertaran algo tarde, volvieron a subir y a
seguir su camino, dándose prisa para llegar a una venta» (cap. LIX), a la cual al fin llegaron, encontrando allí
don Quijote al
señor don Jerónimo, quien con otra persona, hablaba de la segunda
parte de Don Quijote de la Mancha. Los dos caballeros
pidieron a don Quijote se pasase a su estancia a cenar con ellos... en
estas y otras pláticas se pasó gran parte de la noche (cap. LIX).
Sábado 17
de agosto. «Madrugó don Quijote, dando golpes al tabique del
otro aposento, se despidió de sus huéspedes» (cap. LIX).
Era fresca la mañana, y daba muestras de serlo así mismo el día en
que don Quijote salió de la venta, informándose primero cuál era el
más derecho camino para ir a Barcelona, sin tocar en
Zaragoza... Sucedió, pues, que en más de seis días no le sucedió cosa
digna de ponerse en escritura (cap. LX). Estos seis días, en que
nada digno de recuerdo le sucedió, fueron el domingo 18, lunes 19,
martes 20, miércoles 21, jueves 22 y viernes 23 de agosto.
Sábado 24
de agosto. «Ya en esto amanecía» (cap. LX) cuando don
Quijote y Sancho se encontraron con los bandidos que capitaneaba
Roque Guinart. Tres días y tres noches estuvo don Quijote con
Roque (cap. LXI), es decir el domingo 25, lunes 26 y martes 27
de agosto.
En fin, por caminos desusados, por
atajos y sendas encubiertas partieron Roque, don
Quijote y Sancho con otros seis escuderos a Barcelona. Llegaron a
la playa la víspera de San Juan, en la noche (miércoles 28 de
agosto).
Jueves 29
de agosto. «Quedóse don Quijote esperando el día, así a
caballo como estaba, y no tardó mucho cuando comenzó a descubrirse
por los balcones de Oriente la faz de la blanca aurora, alegrando
las yerbas y las flores en lugar de alegrar el oído; aunque al mesmo
instante alegraron también el oído al son de las muchas chirimías y
atabales, ruidos de cascabeles, trapa, trapa, aparta, aparta, de
corredores, que al parecer de la ciudad salían» (cap. LXI).
Al entrar a la ciudad tuvo la grata sorpresa, preparada por Roque,
de ser recibido por gente de librea que le saludaron con
emocionantes palabras, que oyó suspenso y atónito. Luego,
encerrándole todos en medio, al son de las chirimías y de los
atabales, se encaminaron con él a la ciudad, alojándolo
en la casa de don Antonio Moreno.
Viernes 30
de agosto. Aunque Cervantes da a entender que el mismo día en
que don Quijote llegó a la casa de don Antonio Moreno tuvo lugar la
cena durante la cual el dueño de casa le refirió las maravillas de
la cabeza encantada, consideramos que dicha cena y tal conversación
sólo ocurrieron al día siguiente, o sea en la fecha que anotamos,
pues allí don Antonio, al hablar de la cabeza dijo: Guardó
rumores, pintó caracteres, observó astros, miró puntos, y,
finalmente, la sacó con la perfección que veremos mañana; porque los
viernes está muda, y hoy que lo es nos ha de hacer esperar hasta
mañana (cap. LXII).
Sábado 31 de agosto.
«Aquella tarde sacaron a don Quijote,
no armado, sino de rúa, vestido un balandrán de paño leonado, que
pudiera hacer sudar en aquel tiempo al mismo hielo» (cap. LXII). Y esa noche, que volviéronse a casa, hubo sarao de
damas... vinieron algunas, cenóse espléndidamente y
comenzóse el sarao casi a las diez de
la noche.
Domingo 19
de septiembre. «Otro día le pareció a don Antonio ser bien
hacer la experiencia de la cabeza encantada; y con don Quijote,
Sancho y otros dos amigos, con las dos señoras que habían molido a
don Quijote en el baile, que aquella propia noche se habían quedado
con la mujer de don Antonio, se encerró en la estancia donde estaba
la cabeza» (cap. LXII).
Lunes 2
de septiembre. «Dióle gana a don Quijote de pasear la llana y
a pie» dando por resultado que en su paseo entrara a una
imprenta donde estuvo comentando con el impresor algunos libros
recién publicados. Aquella tarde don Antonio Moreno, su huésped y
sus dos amigos, con don Quijote y Sancho, fueron a las galeras
(cap. LXIII), de cuya visita resultó la nueva aventura de la
hermosa morisca.
Miércoles 4
de septiembre. «De allí a dos días partió el renegado en un
ligero barco de seis remos por banda» (cap. LXIV).
Viernes 6
de septiembre. «Y de allí a otros dos se partieron las
galeras a Levante» (cap. XLIV).
Sábado 7
de septiembre. «Una mañana», que suponemos fuera la
del día siguiente, por falta de datos sobre cómo se pudieran emplear
por don Quijote los días intermedios, saliendo don Quijote a
pasearse por la playa, armado de todas sus armas, porque, como
muchas veces decía, ellas eran sus arreos y su descanso el pelear, y
no se hallaba sin ellas un punto, vió venir hacia él un caballero
armado así mismo de punta en blanco, que en el escudo traía pintada
una luna resplandeciente (cap. XLIV). Se iniciaba así la
aventura que más pesadumbre dió a don Quijote de cuantas hasta
entonces le habían sucedido. Era el Caballero de la Blanca Luna,
quien desafiando a don Quijote por la belleza de sus damas, emprendió
con él singular batalla, de cuyos resultados dió con Rocinante y
con don Quijote por el suelo una peligrosa caída, imponiendo
el vencedor que el gran don Quijote se retire a su lugar un
año, o hasta el tiempo que por mí le fuere mandado (cap. LXIV).
Seis días estuvo don Quijote en el
lecho, marrido, triste, pensativo y mal acondicionado, yendo y
viniendo con la imaginación en el desdichado suceso de su
vencimiento (cap. LXV).
Estos seis días fueron por consiguiente, el domingo 8, lunes 9,
martes 10, miércoles 11, jueves 12 y viernes 13 de septiembre.
Domingo 15
de septiembre. «De allí a dos días trató el virrey con don
Antonio qué modo tendrían para que Ana Félix y su padre quedasen en
España». (cap. LXV).
Martes 17
de septiembre. «Llegóse el día de la partida de don Antonio,
y el de don Quijote y Sancho que fue de allí a otros dos» (cap. LXV) y luego de despedirse partieron los
dos, y don Quijote
y Sancho después... don Quijote, desarmado y de camino; Sancho a pie,
por ir el rucio cargando con las armas (cap. LXV).
En estas razones y pláticas se les
pasó todo aquel día, y aun otros cuatro, sin sucederles cosa que
estorbase su camino; y el quinto día
(o sea el domingo 22 de septiembre),
a la entrada de un lugar hallaron a la puerta de su mesón mucha
gente (cap. LXVI), donde encontraron al labrador que los puso
como jueces en el singular caso del desafío de la carrera del
gordo que pesaba once arrobas con un su vecino que no pesaba más de
cinco, contienda que por excusa de su amo resolvió Sancho.
Aquella noche la pasaron amo y mozo
en mitad del campo al cielo raso y descubierto.
Lunes 23
de septiembre. «Y
otro día siguiendo su camino, vieron que hacia ellos venía un hombre de
a pie con unas alforjas al cuello y una azcona o chuzo en la mano,
propio talle de correo de a pie» (cap. LXVI), el cual resultó no ser
otro que el lacayo Tosilos. Continuando su viaje fueron recordando los
lugares de las aventuras que allí habían tenido, y cuando llegó la
noche retiráronse,
cenaron tarde y mal, bien contra la voluntad de Sancho, a quien se
le representaban las estrechezas de la andante caballería usadas en
las selvas y en los montes, si bien tal vez la abundancia se
mostraba en los castillos y casas, así de don Diego de Miranda, como
en las bodas del rico Camacho y de don Antonio Moreno, pero
consideraba no ser posible ser siempre de día, ni siempre de noche,
y así pasó aquélla durmiendo, y su amo velando (cap. LXVII). Esa
misma noche una cerdosa aventura le aconteció a don Quijote.
(cap. LXVII) tras la cual Sancho tomando en el suelo cuanto
quiso, se acurrucó y durmió a sueño suelto, sin que fianzas ni
deudas ni dolor alguno se lo estorbase (cap. LXVIII).
Martes 24
de septiembre. «Llegóse en esto el día, dió el son con sus
rayos en los ojos a Sancho, despertó y esperezóse, sacudiéndose y
estirándose los perezosos miembros.finalmente, volvieron los dos a
su comenzado camino, y al declinar de la tarde vieron que hacia
ellos venían hasta diez hombres de a caballo, y cuatro o cinco de a
pie» (cap. LXVIII). Estos hombres apresaron a don Quijote y a
Sancho y llegaron en esto un hora casi de la noche a un
castillo, que bien conoció don Quijote que era el del duque, donde
hacía poco que habían estado (cap. LXVIII), teniendo lugar el
más raro y más nuevo suceso que en todo el discurso desta grande
historia avino a don Quijote (cap. LXIX) y que no fue otra que
la pantomima de la muerte y resurrección de Altisidora, ocasionada
la primera por su amor a nuestro héroe y la segunda por la
intervención de Minos y Radamanto, y durmió Sancho aquella
noche en una carriola en el mismo aposento de don Quijote (cap. LXX).
Miércoles 25
de septiembre. «El uno durmiendo a sueño suelto, y el otro
velando a pensamientos o desatadas, les tomó el día y la gana de
levantarse» (cap. LXX). Poco después hablando con los duques
don Quijote les suplicó le diesen licencia para partirse aquel
mismo día, pues a los vencidos caballeros como él, más les
convenía habitar una zahurda que en los reales palacios. Luego
de platicar, cuando acabóse la plática, vistióse don
Quijote, comió can los duques y partióse aquella tarde (cap. LXX).
Llegó la noche, se entraron entre unos amenos árboles que
poco desviados del camino estaban donde dejando vacías las silla y
albarda de Rocinante y el rucio, se tendieron sobre la verde
yerba, y cenaron del repuesto de Sancho... (cap. LXXI)
iniciando allí esa noche Sancho su penitencia para obtener el
desencanto de Dulcinea.
Jueves 26
de septiembre. «Don Quijote, quedándose en pelota, abrigó a
Sancho, el cual se durmió hasta que le despertó el sol, y luego
volvieron a proseguir su camino, a quien dieron fin, por entonces,
en un lugar que tres leguas de allí estaba» (cap. LXXI).
Todo aquel día, esperando la noche, estuvieron en aquel lugar y
mesón don Quijote y Sancho, el uno para acabar en la campaña
rasa la tanda de su disciplina y el otro para ver el fin della (cap. LXXII), enrabando conocimiento con don Álvaro Tarfe, cuyo nombre
figuraba en la apócrifa historia de don Quijote y de quien obtuvo
éste declaración ante escribano de que no conocía al apócrifo
personaje, de que trataba el libro compuesto por un tal de
Avellaneda, natural de Tordesillas. Llegó la tarde,
partiéronse de aquel lugar... y aquella noche la pasó
entre otros árboles por dar lugar a Sancho de cumplir su penitencia
(cap. LXXII).
Viernes 27
de septiembre. «Parece que había madrugado el sol a ver el
sacrificio, con cuya luz volvieron a proseguir su camino... Aquel
día y aquella noche caminaron sin sucederles cosa digna de contarse,
si no fue que en ella acabó Sancho su tarea, de que quedó don
Quijote contento sobre modo, y esperaba al día por ver si en el
camino topaba ya desencantada a Dulcinea, su señora» (cap. LXXII).
Sábado 28
de septiembre. «Y siguiendo su camino no topaba mujer ninguna
que no iba a reconocer si era Dulcinea del Toboso... Con estos
pensamientos y deseos subieron una, cuesta arriba, desde la cual
descubrieron su aldea, la cual vista de Sancho se hincó de
rodillas... Con esto bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo»
(cap. LXXII). A la entrada del pueblo toparon en un
pradecillo rezando al cura y al bachiller Carasco... finalmente,
rodeados de muchachos acompañados del cura y del bachiller,
entraron en el pueblo, y se fueron a casa de don Quijote y hallaron
a la puerta della al ama y a su sobrina (cap. LXXIII). Y al cabo
de ese día las buenas hijas (que lo eran sin duda) ama y sobrina,
le llevaron a la cama, donde le dieron de comer y regalaron lo
posible (cap. LXXIII).
Ya fuese de la melancolía que le
causaba al verse vencido, o ya por la disposición del cielo, que así
lo ordenaba, se le arraigó una calentura, que le tuvo seis días en
la cama, o sea, el domingo
29, lunes 30 de septiembre, martes 1, miércoles 2, jueves 3 y
viernes 4 de octubre. Al término de estos rogó don Quijote que le
dejasen solo, porque quería dormir un poco. Hiciéronlo así y durmió
de un tirón como dicen, más de seis horas (cap. LXXIV) a cuyo
despertar, a grandes gritos reconoció su locura, e hizo llamar al
cura, al bachiller Sansón Carrasco y a maese Nicolás el barbero,
pues quería confesarse y hacer su testamento.
Cerró con esto el testamento, y
tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama.
Alborotáronse todos, y acudieron a su remedio, y en tres días, que
vivió después déste donde hizo el testamento, se desmayaba muy a
menudo. Estos tres días
fueron el sábado 5, domingo 6 y lunes 7 de octubre, día éste que
fue el último de don Quijote... el cual, entre compasiones y lágrimas
de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se
murió (cap. LXXIV).
Terminamos aquí el estudio que
audazmente emprendimos sobre la cronología de don Quijote, estudio
que puede tener algunas lagunas, especialmente en la segunda parte,
debido a que Cervantes allí no fue tan preciso en definir los
acontecimientos de cada día, como lo hizo cuidadosamente en la
primera parte.
Queremos sí llamar la atención hacia
el hecho de que, según nuestra cuenta, don Quijote murió un siete de
octubre, o sea en el aniversario de la famosa batalla, donde peleó
Cervantes perdiendo el uso de la manó derecha, lo que le valió el
sobrenombre del «Manco de Lepanto».
Esta batalla constituyó un momento
culminante de la vida de Cervantes, el cual rehusó bajar so
cubierta, y dijo que más quería morir peleando por Dios y por su
rey, que su salud; y pidió a su capitán que le pusiese en la parte y
lugar que fuese más peligroso y allí estaría y moriría peleando.
¿Qué tiene, pues, de extraño que Cervantes intencionalmente hubiera
desarrollado la trama de su novela inmortal en forma tal que su
héroe muriera en la fecha indicada, aniversario que debía recordar
el autor con sin igual emoción?
Pero, sea cual fuere la época y el
lugar donde actuó don Quijote de la Mancha, su espíritu flota y
flotará siempre en el corazón de las gentes por cuyas venas corre la
sangre que engendra el inmortal y siempre caballeresco espíritu
hispano.
Bogotá, 1947
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